Ahora que sabemos en qué se diferencia un trastorno de otro, ¿existen ejercicios para mejorar la disgrafía y la disortografía? La respuesta es sí. A continuación propongo una lista de las actividades de mejora en la que podemos trabajar para intervenir en estas situaciones:
Para la disgrafía:
- Ejercicios de soltar la mano, haciendo caligrafías de bucles en un papel cuadriculado o de doble línea.
- Repasar la escritura punteada con el lápiz sin salirse de la línea, a una velocidad media.
- Pasatiempos como laberintos, donde el niño o la niña deba seguir con el lápiz el recorrido. Esto les puede ayudar a mejorar el trazado.
- Actividades de seguir los números para formar un dibujo.
- Ejercicios de motricidad fina o de atención.
- Trabajar el ritmo de la lectoescritura marcando con golpes en la mesa el ritmo que debe ir siguiendo el niño o la niña mientras lee.
- Detectar la letra intrusa a través de un listado de palabras que comparten un fonema, excepto una.
- Realizar rimas de forma escrita.
- La técnica del autodictado, analizando fragmento por fragmento una oración para después reproducirla sin cometer errores.
- La percepción figura-fondo, trabajando la discriminación visual a través de ejercicios en los que se debe percibir la figura y el fondo en una imagen.
En ambos casos, como vemos, podemos utilizar recursos para dar solución a estos trastornos, pero es importante que, tanto los problemas de disgrafía y disortografía, sean diagnosticados cuanto antes para evitar el fracaso escolar y las repercusiones psicológicas que pudieran derivar de ello. Con una detección temprana y la intervención adecuada, los niños y niñas pueden superar estas dificultades de manera progresiva hasta conseguir normalidad en su escritura.
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